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Cumplió cien años el valuarte de los radioaficionados locales

Por El Litoral

Miércoles, 06 de abril de 2005 a las 21:00
Eduardo Fernández junto al equipo original del Radio Club Corrientes, una institución que ayudó a fundar. Los aparatos que él mismo confeccionó están en su hogar y forman una reliquia invaluable.
Su semblante no denuncia el paso del tiempo. Eduardo Fernández carga sobre sus espaldas un siglo de vida, pero el hombre muestra una salud de hierro, con todos los sentidos alertas se moviliza sin inconvenientes y hace del diálogo, de las relaciones humanas, un culto, un ejercicio diario, que los interlocutores no pueden sino disfrutar. Es que el hombre constituye un cronista autorizado de la historia y no retacea recuerdos a la hora de hablar.
El viernes pasado festejó sus 100 años de vida y El Litoral tuvo oportunidad de compartir la celebración y disfrutar de su jovialidad y humor envidiable, lo que lo transforman en un personaje entrañable.
Pero Eduardo Fernández, misionero de nacimiento y correntino por adopción, es además un valuarte para los radiaficionados locales. En 1950 ayudó a fundar el Radio Club Corrientes, que en los primeros años de actividad funcionó en su propia casa. Esta pasión lo llevó a relacionarse -vía radiofónica- con países lejanos y cultivar amistades en otras latitudes.
El cumpleaños, compartido con sus dos hijas y una gran cantidad de parientes y amigos, fue la excusa para repasar el largo anecdotario de don Fernández que prefiere no atender a la edad y se dedica a vivir. Soltando una risita picaresca, el abuelo confiesa ante El Litoral: “no quiero pensar cuantos años son”.
Entre sus acnédotas se destaca, sin duda, la fundación en 1950 del Radio Club de Corrientes, institución que empezó a funcionar desde su casa y con aparatos confeccionados por él mismo. Ahora pese a haberse alejado de la actividad, el equipo inaugural permanece en su estudio y es la reliquia más preciada del hogar.
“Mi distinción es LU1LA, que significa el primero”, indicó con orgullo. “La actividad de radioaficionados ya existía en Monte Caseros y como a mi me interesó tanto decidí traerlo a la Capital”. Así mediante el radiotransmisor y el micrófono traspasó las fronteras y tuvo oportunidad de tomar contacto con bases de Francia y Japón, entre otros sitios lejanos.
Pero la radioafición, no fue su único pasatiempo, ya que Fernández reconoció ser muy brillante tocando el violín, “interpreto muchas melodías, hago lo que me pidan y en donde lo soliciten yo voy”, señaló.
Oriundo de Misiones, hace 64 años que está radicado en Corrientes. Vive con sus hijas, Nidia Fernández y Clotilde Amores Fernández y aunque no tiene nietos, una legión de sobrinos y sobrinos nietos que llenan de alegría sus horas. No obstante el hombre dice que no pierde las esperanzas de ver correteando por el living a sus nietos.
Hasta hace cuatro años estuvo acompañado de su segunda esposa Leticia, que falleció a los 93 años, y a partir de allí continúa los días sin una pareja, sin embrago relució la picardía y la condición de machista del anciano, cuando no dudó en expresar que se siente con total confianza de tener otra pareja.
Junto con su esposa formaba parte de algunos de los grupos religiosos de la comunidad de Jesús de Nazareno, por lo que en sus cumpleaños la Iglesia le ofreció una misa en su honor, oportunidad en que se le hizo entrega de una diploma de distinción.
A los 100 años, la vida de Eduardo es como la de cualquier otra persona. Dice no tener problemas de salud, salvo los achaques propio de la edad, y no se priva de nada en la alimentación. Además de la sopa infaltable de todos los días, el hombre es amante de las hamburguesas, los ravioles, los fiambres, los postres, entre otras delicias.
Dispuesto a no dejarse vencer por el tiempo, con su siglo a cuestas, don Fernández es asiduo concurrente de eventos culturales y de recreación. En compañía de sus hijas sale a cenar y no desaprovecha la oportunidad de pasear por la Costanera local. La misa de los domingos es también la cita impostergable.

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